La
llegada de la pandemia obligó a que distintos sistemas potenciaran la
digitalización y cambiaran su paradigma de funcionamiento. Por ejemplo, el
trabajo, los trámites y las reuniones se tuvieron que adecuar y adaptar a las
herramientas tecnológicas para seguir en marcha. Uno de los sectores que se vio
más afectado fue el de salud, principalmente por la alta demanda de urgencias y
hospitalización. Sin embargo, éste no fue el único impacto ya que, además, se
debió detener la actividad ambulatoria y quirúrgica electiva, lo que obligó a
los establecimientos a revisar sus modelos de atención e implementar
rápidamente estrategias basadas en telemedicina.
Mirado
desde la distancia que nos da el tiempo, hoy podemos observar cómo el nivel de
maduración y adopción de tecnologías como la telemedicina o atención a
distancia se ha desarrollado
enormemente durante los últimos tres años. En este sentido, la pandemia nos
impulsó a implementar estrategias que permitieran dar continuidad a la atención
de salud, siendo la telemedicina una de las principales herramientas para ello.
Este nuevo escenario cambió la manera en la cual estábamos acostumbrados a
atendernos, sobre todo en el ámbito ambulatorio.
Sin embargo, durante los últimos meses en
que los casos de Covid fueron disminuyendo, momento en que el gobierno decretó
el fin de la pandemia en Chile, se pudo observar cómo los centros no
abandonaron las estrategias híbridas de atención (físico/virtual), lo cual
evidentemente ha mejorado la experiencia de las personas.
De esta manera, sería interesante
estudiar en qué casos se prefiere una modalidad tele médica por sobre lo
presencial y en cuáles casos es al revés. Por ejemplo, si la hipótesis es que
la virtualidad prevalece por sobre lo presencial cuando existen dificultades para
el traslado, entonces podríamos pensar que para aquellas personas que viven en
sectores rurales se privilegia la virtualidad, sin embargo, esto no
necesariamente es así.
Por
este motivo es que no podemos perder de vista nuestra doble exigencia: por una
parte, asegurar la mejor experiencia posible en la atención presencial y, por
la otra, asegurar que desde el punto de vista clínico no existan brechas para
prestar una buena atención de manera virtual. Para esto es relevante asegurar
la continuidad de la atención tanto en la virtualidad como en la
presencialidad, garantizando la calidad, seguridad clínica, seguridad
informática e interoperabilidad entre plataformas.